14 feb 2008

San Valentín
El marketing, la globalización y el capitalismo salvaje nos invaden con corazones por estas horas.
Poco importa que el fin oculto sea generar ganancias explotando las ciudades urbanas y jugando con las ilusiones circundantes. Lo que yo rescato es que, por mandato de mi esencia romántica, el efecto visual de ver uno, dos y tres corazones o dos ositos abrazándose inspira a querer amar a una persona; es más: inspira a jugarse por el amor…
Cupido, dios caprichoso del amor (¿y sabio encubierto?) revoluciona los corazones con sus poderosas flechas. Quién amó alguna vez justifica el cruzar placer con sufrimiento…
Cupido tiene alas justamente porque amar es volar, es elevarse de los términos medios y apostar al absolutismo del amor.
Un corazón roto ataca a la mente y nos hace creer que todo está perdido. El dolor del corazón es un veneno devorador, un pac-man que en lugar de comer fantasmas chupa toda la energía de los enamorados. Sin energía ni motivaciones, la mente se trasforma en un pantano oscuro sin luces salvadoras.
Todo pierde sentido y muy pocos consiguen un renacimiento actitudinal.
Pero la virtud del amor-en la virtud está el castigo-es enamorarse del amor mismo, esa es la única conquista que encapsula al altruismo. Decir “te amo” y escucharlo de la mujer más deseada endiosa el espíritu infinitamente.
Pensaba dejar como mensaje final al mundo shakesperiano un mensaje de la importancia del enamoramiento y del privilegio de ser flechado por Cupido, pero tal apología sentimental la trasporto a este fragmento terriblemente poético de Becker a su media naranja:

Hoy te miré, te miré y me miraste: hoy creo en Dios
Feliz San Valentín para todos
M.L.Z.

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