1 oct 2009

Desayuno

Parece que la capitana de este blog está de paseo.
Les dejo mientras vuelve (si es que vuelve) un fragmentito.
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Ella y él están en el desayunador que da al jardín. Se disfrutan mutuamente en silencio. A través de los vidrios entra la luz de la mañana, blanca, fría. Afuera todo es verde y húmedo. Adentro todo es tibio y placentero. Un placer que se extiende a cada uno de los sentidos. Ella y él sentados uno junto al otro, el sueño como una pátina pegajosa y el desayuno como un segundo despertar. El día nuevo se les regala entero, lleno de tareas. Algunas rutinarias, algunas placenteras. Pero aún no. Ella se acurruca en el hueco de su hombro y él aprieta un poco más su abrazo. Todavía queda un rato más para estar juntos.
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11 ago 2009

Acercandose a Verona
Siempre lo soñaste pero nunca te lo creiste, siempe lo admiraste pero nunca realmente lo viste
Desconfiada, desilusionada, sin deseos mas que de una almohada
Rondabas las calles de Verona pero nunca entrabas sin chaperon asi no te veian, eras discreta si te escondias era una treta porque muy dentro tuyo creias que estar ahi no lo merecias
Hasta que un buen dia paso lo inesperado y frente a ningun jurado encontraste una puertita que dejaba ver la vista de una ciudad iluminada, encantada:Verona al desnudo, la ciudad de los enamorados, temblaban agarrados de las manos y con consciencia de ser juzgada te asomaste a la puerta de entrada
Camina discreta ela por las calles de Verona la ciudad que lleva su nombre y descalza su sombra, camina impavida, en puntas de pies sabiendo que una vez adentro ya no hay salida sin causar alguna herida y sin embargo se acostumbra y la ciudad va tomando su olorlo hace propio en su dolor de a poco, de a poquito Verona le hace bienvenida a una ciudadana desprevenida que quiere vivir, que quiere creerque necesita si o si saber si la vida que hasta ahora conocia solo era una anestesia tardia hasta encontrar la salida que la dejaba entrar totalmente rendida con sarcasmo de Julieta muerta a los pies de aquella puerta que resguarda una ciudad prohibida para mujeres en edad resentida. Ya no teme tropezar porque de a poco aprende a amar y de a poco se va a encontrarc on su verdadero reflejo una Julieta enamorada en el espejo un aljibe en medio de la ciudad que le brinda la oportunidad de por primera vez en su vida dar un paso aunque no pida y salir asi de su acostumbrado olor para encontrar el verdadero amor...

Shakespeare Lilly

Acercandose a Verona Siempre lo soñastepero nunca te lo creistesiempe lo admiraste pero nunca realmente lo visteDesconfiada, desilusionadasin deseos mas que de una almohadaRondabas las calles de Veronapero nunca entrabas sin chaperonasi no te veian eras discretasi te escondias era una tretaporque muy dentro tuyo creiasque estar ahi no lo mereciasHasta que un buen diapaso lo inesperadoy frente a ningun juradoencontraste una puertitaque dejaba ver la vistade una ciudad iluminada, encantadaVerona al desnudola ciudad de los enamoradostemblaban agarrados de las manosy con consciencia de ser juzgadate asomaste a la puerta de entradaCamina discreta ela por las calles de Veronala ciudad que lleva su nombre y descalza su sombracamina impavida, en puntas de piesabiendo que una vez adentro ya no hay salidasin causar alguna heriday sin embargo se acostumbray la ciudad va tomando su olorlo hace propio en su dolorde a poco, de a poquitoVerona le hace bienvenidaa una ciudadana desprevenidaque quiere vivir, que quiere creerque necesita si o si sabersi la vida que hasta ahora conociasolo era una anestesia tardiahasta encontrar la salidaque la dejaba entrar totalmente rendidacon sarcasmo de Julieta muertaa los pies de aquella puertaque resguarda una ciudad prohibidapara mujeres en edad resentida.Ya no teme tropezarporque de a poco aprende a amary de a poco se va a encontrarcon su verdadero reflejouna Julieta enamorada en el espejoun aljibe en medio de la ciudadque le brinda la oportunidadde por primera vez en su vidadar un paso aunque no piday salir asi de su acostumbrado olorpara encontrar el verdadero amor...

Shakespeare Lilly

16 jul 2009

La auténtica imagen de Verónica

Se despertaba angustiada, todas las noches, después de tener el mismo sueño. Es un conjunto de escenas que se repiten siempre con el mismo ritmo, con idéntica intensidad. Verónica se ve a sí misma tratando de abrirse paso en medio de una fila de túnicas cuyos portadores contemplan, con deleite morboso, a un hombre desnudo, lastimado y humillado que arrastra una pesada viga. Los dos tocan el suelo con sus rodillas al mismo tiempo. El la mira, pero ella no puede ver su rostro. Verónica le acerca un pañuelo, él se seca su cara ensangrentada, se lo devuelve y dice una palabra que ella no logra comprender. Ella corre hacia su casa llorando, dominada por un impulso irresistible, recriminándose el abandono de ese ser que sufre como ningún otro. Su hermana la abraza, abre el lienzo y allí encuentra impresa la cara que Verónica sigue sin poder ver. La cara de un hombre pero también la de un dios, la imagen del mayor de los dolores y la de la versión más profunda del amor, la del más oscuro de los temores y la de una sabiduría infinita. Pero Verónica no logra ver en esos trazos rojos, marcados en el pedazo de tela, lo mismo que su hermana; para ella son las líneas de un mapa, de un camino que no puede completarse en una sola vida. En el recorrido aparece un ermitaño llamado Zaqueo con el que vivirá a mil leguas de distancia y el dueño de un imperio observando su pañuelo.

Ese sueño se repetía constantemente y la dejaba con un pesar indescriptible. Necesitaba correr pero no sabía hacia donde, tenía que hablar con un interlocutor al que no podía encontrar. Entonces viajaba, al azar, a múltiples destinos. Cada viaje era una búsqueda pero también una fuga. Buscaba su nombre, la cara que no podía ver. Huía de los paisajes monótonos y del quietismo que la asfixiaban. Intuía un sentido oculto pero potente en su vida, un mandato que no podía descifrar, la inminencia de una revelación que nunca llegaba a producirse.

En cada viaje, a medida que se alejaba del lugar en que vivía, volvía a su pasado. Y aparecía una niña que debía soportar humillaciones, una adolescente que no entendía el lenguaje de su época, una joven que no podía tocar adecuadamente las notas del amor. En cada etapa, había lastres, garras que trataban de impedir que siguiera su carrera hacia ningún lugar. Y ella paraba, se acercaba a los espíritus heridos que le pedían ayuda, como si intentara compensar el abandono del hombre sin rostro que volvía todas las noches en medio de sus sueños.

Quería escuchar las voces extinguidas, las frases que ya no significan nada, resucitar las vidas de los que pasaron dejando un mensaje. Atravesar el tiempo para encontrar las palabras que nombran a las cosas que no podemos ver. Aprendió latín rápidamente, lo incorporó como si fuese su lengua materna, la que había hablado desde su niñez. Roma también tenía, para ella, un aire extrañamente familiar. Creía encontrar rastros, en algunas esquinas, que ya había visto mucho antes.

Una tarde, caminando a la deriva por la ciudad, se topó con la estación de trenes. Entró y decidió tomar el primero que saliera, sin pensar en su destino. Así llegó a Manoppello, un pueblito a 200 kilómetros de Roma. Recorrió sus calles laberínticas, buscando una salida del pozo en el que se sentía atrapada. Cuando vio la iglesia sintió un estremecimiento en el cuerpo. Apuró el paso, atravesó la puerta y se paró frente al altar. Allí encontró, detrás de una vitrina, el mapa de sus sueños y vio, de una vez y para siempre, la cara del hombre que nunca había podido ver. Una puerta lateral crujió fuertemente con un sonido gutural, una suerte de eco inmemorial. D'rahe escuchó. Esa era la palabra que el hombre le decía en sus sueños. Cuando se abrió la puerta apareció un sacerdote. Verónica le preguntó: “¿Qué significa D’rahe?” Ella esperó la respuesta, sin poder dejar de llorar, segura de que iba a aprehender lo que llevaba siglos dentro suyo. “Es arameo. Corre, quiere decir: corre. Eso le dijo Cristo a Verónica, mientras caminaba arrastrando su cruz”.

Y Verónica, la dueña de la más auténtica de las imágenes, corrió sin parar. Llorando de alegría, sabiendo que ella había nacido para eso. Para recorrer el mundo, para redimirlo dejando a su paso las huellas más puras y la imagen más bella que alguien pueda imaginar.

Mercutio

23 jun 2009

De visita por el blog de Hormiguita, me encontré con este post, donde nos cuenta que la Disney y Salvador Dalí trabajaron juntos alguna vez.
Yo les replico el video (porque lo bueno, hay que desparramarlo, como la crema), la explicación y jugosos detalles técnicos, a preguntarle a nuestra Hormiguita.

29 may 2009

Sin palabras... literalmente hablando.

4 mar 2009

Romeo se sentía golpeado, cansado de buscar y rebuscar a su Julieta por todos los rincones y encontrar sólo la chatura efímera que marca el compás de estos tiempos.
La experiencia le venía demostrando que lo que buscaba no existía; que las rosas se marchitan solas en un cesto, soñando destinos de grandeza como sellar pactos de amor o decir simplemente un "no dejo de pensar en vos".
Se preguntó hasta cuando iba a tener ganas de seguir sin rendirse a la generación de la inmediatez, al egoísmo imbécil de las relaciones irrelevantes por las que nadie quiere ni puede luchar, de la gente que se siente en el derecho de pedir sin dar nada a cambio.
Romeo no quería una Julieta de la que sacar ventaja, ni su opuesto. Quería una Julieta a la que no tuviera que esconderle como era él para que lo acepte; este era un Romeo que nada quería saber con estrategias e intrigas. Construir en base a sentimientos y trabajo era su ideal. Quería su igual, con todas sus diferencias, pero con sus mismas ganas. Romeo encontraba en eso su propia definición de pareja, y se entristecía cada vez que comprobaba que era sólo la suya.
Se vistió sin prisa ni expectativa, aquel cumpleaños, la excusa pasable para encontrarse con los de siempre una vez más. Y eso no era poco.
Llego puntual como siempre, y como siempre fue de los primeros en llegar.
La vio de inmediato. ¿Su? Julieta con un alias diferente. Su mirada intensa donde se hubiera zambullido sin pensarlo dos veces para beber hasta saciar una sed imposible de su esencia. Su sonrisa que podía derrumbar sin esfuerzo la más sólida de sus murallas, su belleza y su porte de pequeña princesa, que lo llamaba a protegerla de mil cosas de las que seguramente no necesitara defensa alguna.
Cada palabra, cada actitud, de ese día y lo que vino le decían que alias de Julieta era Julieta, su Julieta. Y trató de ser él mismo sin estrategias e instintivamente le tuvo miedo. Ese miedo que se tiene solo ante aquello con lo que uno se reconoce íntimamente vulnerable. Recordó aquello que valiente es el que tiene miedo, pero actúa igual, y actuó.
Y le dijo que quería verla, y le dio flores que decían triunfales que no dejo de pensar en vos y le habló y la escuchó y quiso escuchar más y más y la vio sonreír y quiso robarle esa sonrisa para sus noches de desvelo. Y por un segundo la vio dormir y soñó con verla así muchas veces más.
Y ahora Romeo espera en silencio, atareado pero ausente, la próxima visita a (su ilusión de) Julieta. Con casi iguales medidas de aprensión y esperanza, pidiendo en voz baja y pensando si será posible que (su) alias de Julieta lo quiera como su alias de Romeo.

Her Morning Elegance / Oren Lavie



Visto en Media Mesa

24 feb 2009

Ashes and Snow

Sólo un toque para compartir este sitio de Gregory Colbert; fotógrafo y cineasta canadiense.
No adelanto nada. Sólo que no se lo pueden perder.
Vayan y pasen un buen rato.
Vuelvan y comenten.
Ashes and Snow

5 ene 2009

If all else perished, and he remained, I should still continue to be; and if all
else remained, and he were annihilated, the universe would turn to a mighty
stranger.

Wuthering Heights - Emily Brontë