Her Morning Elegance / Oren Lavie
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Un blog destinado a aquellos espíritus que viven sus pasiones al extremo...
El Inicio Parte II
Era un día cualquiera y yo me encontraba en la librería El Ateneo, mi búnker artístico, mi escondite fetiche, mi refugio urbano inmerso en esta selva, el lugar que me aporta alas incorporadas para volar intrépidamente y, sin dar mas vueltas que las deseadas, mi lugar en el mundo.
De repente, entró en mi mirada una mujer tan sensual como conquistadora. Era tan fuerte nuestro choque de miradas que llegué a sentir que éramos dos en uno. En ese momento terriblemente emotivo comprendí que esa mujer era una hechicera, y en mi caso no pude (ni quise) escapar de su hechizo tan inspirador. Yo estaba sentado con un amigo íntimo, en mi sillón donde suelo soñar despierto, pero mi mente se transportaba mágicamente a esa mujer que desfilaba sin ser modelo, como una heroína sin hazañas, un angelito terrenal y hasta me animaría a decir por la intensidad de sus ojos que era un diablito sin tridente. Desbordaba en pasión…
Mi impulso me pedía anárquicamente que me levante, pero tenía miedo de inhibirla o intimidarla. Solo me quedaba juntar todas mis energías e imaginariamente ganar posiciones en su mente. No me hubiera permitido que se vaya y si hubiera podidoE pedir un deseo en ese momento, sería personificar a cupido, Dios caprichoso del amor, sino sabio encubierto y que con su letal flecha impacte en el corazón romántico de esa mujer conquistadora, que inevitablemente me llevó a pensar que se trataba de una auténtica Julieta Posmoderna.
M.L.Z.
De repente, entró en mi mirada una mujer tan sensual como conquistadora. Era tan fuerte nuestro choque de miradas que llegué a sentir que éramos dos en uno. En ese momento terriblemente emotivo comprendí que esa mujer era una hechicera, y en mi caso no pude (ni quise) escapar de su hechizo tan inspirador. Yo estaba sentado con un amigo íntimo, en mi sillón donde suelo soñar despierto, pero mi mente se transportaba mágicamente a esa mujer que desfilaba sin ser modelo, como una heroína sin hazañas, un angelito terrenal y hasta me animaría a decir por la intensidad de sus ojos que era un diablito sin tridente. Desbordaba en pasión…
Mi impulso me pedía anárquicamente que me levante, pero tenía miedo de inhibirla o intimidarla. Solo me quedaba juntar todas mis energías e imaginariamente ganar posiciones en su mente. No me hubiera permitido que se vaya y si hubiera podidoE pedir un deseo en ese momento, sería personificar a cupido, Dios caprichoso del amor, sino sabio encubierto y que con su letal flecha impacte en el corazón romántico de esa mujer conquistadora, que inevitablemente me llevó a pensar que se trataba de una auténtica Julieta Posmoderna.
M.L.Z.
El inicio parte I
Era una tarde de fines de enero en la gran ciudad.
Julieta iba en el autobús rumbo a su casa. Tenía una imperativa necesidad de sentarse en su sillón escocés a leer su libro, a sumergirse en esas líneas que tanto la trasladaban a su mundo de sueños…
De repente, una idea. Era su último día de vacaciones y eso meritaba algo único. Su sillón sería para todos los días, pero para brindar con su libro debía encontrar un lugar especial. Un lugar en el que el solo hecho de estar allí le permitiera flotar en esos mundos paralelos a los cuales solo las líneas cargadas de pasiones la pudieran trasladar…
De repente abruptamente decidió bajarse del autobús y caminar por la Avenida Santa Fé hacia Callao, en donde se encontraba la librería El Ateneo. Un antiguo teatro convertido en librería en donde los palcos ya no se utilizaban para gozar del placer de observar una tragedia o comedia, sino para adentrarse en ellas a través de la lectura…
Mientras caminaba hacia este lugar con el libro abierto, sumergida en la historia, observaba de reojo la gente que la pasaba apurada por al lado, y se regocijaba. No había mayor placer en este mundo para Julieta que caminar por las calles plagadas de vorágine mientras frecuentaba otros mundos desde su lectura…
Tenía roto el corazón. Julieta se había enamorado perdidamente y nuevamente le habían roto el corazón. Puro amor que había durado lo que un suspiro y desparecido sin explicaciones, sin saber por qué, sin un último beso ni un último adiós…Había pasado ya un tiempo mas que prudente para que cualquiera pudiera superar un desamor, cualquiera menos Julieta.
Eran tiempos de cambio. Tiempos en los que había reafirmado su esencia de vivir cada pasión al extremo. Privilegiando al dolor por sobre la mediocridad del sentimiento y aprendiendo a disfrutar de la naturaleza inspiradora del mismo, que la hacía sentir humana, viva…
Pensaba en qué lugar del mundo iba a poder encontrar gente dispuesta a vivir con la misma pasión que la encandilaba, “kindred spirits” espíritus compatibles…Ya dispuesta a transitar este camino cuasi solitario, suspiró profundamente y entró al Ateneo, sin saber que allí la estaban esperando…
Julieta P.
Julieta iba en el autobús rumbo a su casa. Tenía una imperativa necesidad de sentarse en su sillón escocés a leer su libro, a sumergirse en esas líneas que tanto la trasladaban a su mundo de sueños…
De repente, una idea. Era su último día de vacaciones y eso meritaba algo único. Su sillón sería para todos los días, pero para brindar con su libro debía encontrar un lugar especial. Un lugar en el que el solo hecho de estar allí le permitiera flotar en esos mundos paralelos a los cuales solo las líneas cargadas de pasiones la pudieran trasladar…
De repente abruptamente decidió bajarse del autobús y caminar por la Avenida Santa Fé hacia Callao, en donde se encontraba la librería El Ateneo. Un antiguo teatro convertido en librería en donde los palcos ya no se utilizaban para gozar del placer de observar una tragedia o comedia, sino para adentrarse en ellas a través de la lectura…
Mientras caminaba hacia este lugar con el libro abierto, sumergida en la historia, observaba de reojo la gente que la pasaba apurada por al lado, y se regocijaba. No había mayor placer en este mundo para Julieta que caminar por las calles plagadas de vorágine mientras frecuentaba otros mundos desde su lectura…
Tenía roto el corazón. Julieta se había enamorado perdidamente y nuevamente le habían roto el corazón. Puro amor que había durado lo que un suspiro y desparecido sin explicaciones, sin saber por qué, sin un último beso ni un último adiós…Había pasado ya un tiempo mas que prudente para que cualquiera pudiera superar un desamor, cualquiera menos Julieta.
Eran tiempos de cambio. Tiempos en los que había reafirmado su esencia de vivir cada pasión al extremo. Privilegiando al dolor por sobre la mediocridad del sentimiento y aprendiendo a disfrutar de la naturaleza inspiradora del mismo, que la hacía sentir humana, viva…
Pensaba en qué lugar del mundo iba a poder encontrar gente dispuesta a vivir con la misma pasión que la encandilaba, “kindred spirits” espíritus compatibles…Ya dispuesta a transitar este camino cuasi solitario, suspiró profundamente y entró al Ateneo, sin saber que allí la estaban esperando…
Julieta P.
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